LA ANGUSTIA DE LOS OCHO MESES
"Aparece cuando nuestros hijos tienen alrededor de 8 meses de edad y descubren que ya no son parte de mamá. Lloran cada vez que nos alejamos de ellos, se despiertan agitados en la noche... ¿Cómo debemos actuar?
Los cargamos en nuestros vientres durante 9 meses hasta que un buen día- muy esperado por cierto-, nacen. Ya no los llevamos dentro, y aún así sentimos a nuestros bebés como si fueran parte de nosotras. Sobre todo durante la etapa del amamantamiento, la identificación entre madre e hijo es muy fuerte, y se da en ambos sentidos. El lazo que nos une es íntimo e inviolable. Pero un buen día, cuando tiene alrededor de 8 meses de edad, ese lazo se estira, nuestros hijos se descubren como individuos independientes y viven esa toma de conciencia con mucha angustia. Es la famosa angustia de los 8 meses.
LLANTO Y DESESPERACION
Descubierta por un pediatra de apellido Spitz, no mucho tiempo atrás, esta etapa marca el comienzo de un proceso de separación entre nosotras y nuestros bebés. Es el momento en que ellos inician su propia vida. La preferencia, que a partir de los 6 meses demuestran por su mamá por ser la encargada de cuidarlos y darles de comer, dos meses más tarde se transforma en disgusto.
Gritan, lloran y patalean cada vez que nos encaminamos hacia la puerta, distanciándonos de ellos. No soportan la idea de no tenernos cerca y a la vista, bien pegadas a su lado. Se despiertan dos o tres veces en medio de la noche con evidente agitación, y a veces lloran aún sin despertarse. La angustia con que viven este proceso de "desidentificación" con la madres, que los lleva a descubrir que no son una extensión de mamá, aparece en sus sueños excitándolos y provocando el llanto. Tanto los acechan sus temores que en ocasiones es difíicil lograr que se duerman.
MANEJOS
La angustia de los ocho meses, aún cuando evidentemente es un proceso traumático, es un hecho inevitable e indispensable para el desarrollo de nuestros hijos. Por otra parte, es importante comprender que los miedos son parte normal en su evolución psicológica. No podemos ni debemos impedir que suceda, pero tenemos que poder contenerlos para que no lo vivan en soledad. Para que no se sientan, además, abandonados.
¿Qué hacer? No los alcen, no se los lleven a sus camas a dormir con mamá y papá, no hagan que ellos los manejen y les enseñen que basta pegar un grito para conseguir lo que desean. Basta con pararse junto a la cuna y hablarles o cantarles una canción que los tranquilice al tiempo que acarician sus cabecitas para que se sientan confortados. Conviene no prender la luz del cuarto. Por un lado, corren el riesgo de que se hagan a la idea de que la oscuridad puede representar riesgos y temores desconocidos y ya no quieran volver a dormir sin una lámpara prendida.
A partir de los 9 a 10 meses de edad, cuando ya comienzan a gatear y logran trasladarse por la casa por sus propios medios, esta angustia comienza a disiparse. Pueden seguirnos a todas partes cada vez que quieren vernos. Además, ese nuevo mundo que los rodea se ve tan interesante y atractivo, que el entusiasmo por explorarlo se vuelve más interesante que la idea de convertirse en seres independientes. |
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario