Dulce Amor / Kinder - Guardería

miércoles, 22 de junio de 2011

33º mes - Fantasmas que existen

 

Hay chicos miedosos y otros que son capaces de cualquier cosa sin que se les mueva un pelo. Pero a veces aparecen ciertos temores que no tienen fácil explicación.
Juan Manuel no soporta la oscuridad, Malena se niega a pasear en auto, Federico grita sin parar si se le acerca un perrito. Cada chico carga con su miedo y, aunque a veces parezca increíble, tienen su porqué.
PROHIBIDAS LAS BROMAS
El arsenal de fantasías con la que cuenta la mente infantil es un excelente alimento para esas sensaciones de angustia o inquietud que llamamos "miedos". Recostados sobre peligros reales, algunos temores aparecen como coherentes y aceptados. Si un chiquito se asusta al mirar por la ventana de un piso alto, cualquiera de nosotros entienda las causas e intenta explicarle que si lo hace a través del vidrio no tiene porqué preocuparse.

Pero no todos los miedos poseen argumentos tan claros y transparentes ante nuestros ojos ¿Qué pasa con los chicos que tienen miedo de salir a la calle, de ir a un cumpleaños o de tener cerca el cachorrito simpático que le regaló la abuelita en el último cumpleaños?

En primer lugar, debemos saber que ese temor siempre tiene que ver con algo no manifiesto. Cada vez que a un chico se le dice "¡Mirá qué miedoso!", no se tiene en cuenta que el miedo es absolutamente coherente cuando se encuentra el verdadero enlace. Lo peor que puede ocurrir, es que la familia empiece a decirle "sos un miedoso"; esos dichos tienen una connotación peyorativa que los estimulan a sentirse no valorados, no queridos y más expuestos al peligro.
LAS FOBIAS DEL EDIPO REY
A la hora de las interpretaciones, no se puede dejar afuera el contexto familiar ni la edad del chico. No es lo mismo el temor que siente un bebé de ocho o nueve meses ante los extraños que no son su mamá, que los temores obsesivos que experimentan los que están por ingresar al colegio.

La aparición de miedos exagerados asociados con distintos objetos y situaciones, es bastante común en los chicos de entre tres y cinco años. Estos temores que no se debilitan ante la presencia de mamá, ni por la infinidad de explicaciones que reciben, fueron bautizados por los psicoanalistas como fobias infantiles.

Entre estas fobias y el famoso complejo de Edipo, que es universal y por el cuál pasan todos los seres humanos, hay una estrecha relación. Parece ser que este complejo despierta una serie de deseos contradictorios y conflictivos con los papás que terminan generalmente en miedos inentendibles para los chicos.

La historieta comienza cuando el chico, al desear tener a su mamá sólo para él, se siente excluído por el papá y fantasea con hacerlo desaparecer. Al comprobar que desear esto significa tener sentimientos hostiles o perder lo otro, se genera una gran incertidumbre. Durante este período es común que el pequeño imagine castigos demasiado crueles en relación a las faltas o desobediencias de las que es protagonista.

Por más inconscientes que sean sus fantasías de eliminar al papá se llena de culpas. Antes que puedan aparecer en la conciencia, las reprime: así hacen su entrada triunfal las fobias infantiles. La figura del papá se desplaza a un animal u objeto y aunque el terror que delate un chico al ver un auto, por ejemplo, parezca absurdo, no lo es. El ya estableció esa equivalencia.

DE PADRES A HIJOS
No es extraño que a los chicos criados en familias en las que jugar en el arenero de la plaza es sinónimo de enfermedad les cueste bastante vencer sus miedos desde lo corporal. A pesar de que crecen les cuesta salir: les parece que todo lo ajeno implica un peligro.
Los miedos de una familia son desnudados por el comportamiento y discurso que tienen sus integrantes: nadie puede disimularlos. Los chicos tienen a sus papás como modelos. El poder imitarlos los lleva a sentirse seguros, y es así como muchas actitudes relacionadas con el miedo se van transmitiendo de generación en generación.
La mamá que, ante el crecimiento de su hijo queda enfrentada con su propio vacío, es capaz de poner mala cara cuando su chiquito empieza el jardín: está expresando sus propios miedos. Pero también tiene que quedar claro, que lo que transmiten los padres es inconsciente para ellos mismos y esta es una de las razones por las que no tiene sentido llenarlos de culpas.

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